Adiós, Juan Antonio Cebrián

"Muy joven y sin embargo muy sabio. Fácil es ser periodista, difícil ser comunicador. Él era lo primero, supongo, pero sin duda era lo segundo. Lo que muchos trabajadores mediáticos, la gran mayoría, no aprenderán en toda su vida... ni en diez vidas más... si tuviéramos la desgracia de soportarlas"

En estos casos es cuando me gustaría creer en un dios. En el dios justo que presentan a veces algunas religiones. En un dios que hiciera eterna el alma de Juan Antonio Cebrián.

Sí, ya... Juan Antonio no morirá mientras haya gente que se acuerde de él... Su paso por este planeta, por supuesto azul y verde, eso sí, no ha sido en vano... Ha puesto su granito de arena en hacer de este mundo algo más llevadero... Siempre estará con nosotros... Bla, bla bla... Lo cierto es que un cerebro prodigioso, un comunicador prodigioso, un alma prodigiosa... no debería apagarse. Mucho menos antes de tiempo... sin despedida previa... sin siquiera avisar. El resto son paparruchadas que de nada le sirven en este momento al locutor de Albacete... y mucho menos a los que lloramos su compañía...

El corazón de Cebrián dejaba de latir la pasada noche del 21 de octubre. Un infarto de miocardio le separaba de nuestro receptor de radio a los 41 años. Muy joven y sin embargo muy sabio. Fácil es ser periodista, difícil ser comunicador. Él era lo primero, supongo, pero sin duda era lo segundo. Lo que muchos trabajadores mediáticos, la gran mayoría, no aprenderán en toda su vida... ni en diez vidas más... si tuviéramos la desgracia de soportarlas.
Hablaba quizás demasiado rápido, algo que queda especialmente patente en la radio nocturna, cuando se supone que hay que dirigirse al oyente como si se estuviera cascando una eterna paja y necesitara motivación. Sus secciones eran demasiado largas para la radio actual. Trataba temas que algunas veces resultaban densos para los que poco sabemos de ciencia y de historia... y que tanto hemos aprendido. Juan Antonio Cebrián era notablemente diferente... y un genio...
Un servidor nunca ha tenido un maestro de radio. Alguien que le dijera como actuar frente a un micrófono. Su talento fue lo más parecido a un profesor con mayúsculas. El mejor de los ejemplos, desde los micrófonos de Onda Cero con sus Turno de Noche y durante los últimos nueve años con La Rosa de los Vientos siempre, inconfundiblemente, bajo el influjo de la luna... con una complicidad que no recuerdo en voz herciana de ningún otro corazón... maldito corazón... que has apagado su voz...

En lo musical no se quedaba corto precisamente. Publicó incluso un compacto con grupos consagrados que en algunos casos grabaron expresamente para La Rosa de los Vientos. Fan incondicional de Héroes del Silencio pudo al menos disfrutar de su reciente regreso.

Que el acontecimiento sacuda mi vida en este preciso momento... justamente en esta nueva etapa... cuando he decidido intentar centrarme lo más posible en el difícil oficio de la comunicación... me hace recordar por qué encendía la radio todas las noches cuando era pequeño... y por qué me atrajo tanto el micrófono desde muy jovencito. Ahora más que nunca seguiré el camino que uno mismo está trazándose... Sí, uno mismo... pero con la imprescindible ayuda del GPS que he heredado de Juan Antonio Cebrián y donde en cuenta de salir la palabra "periodista" leo una y otra vez en letras grandes, en naranja, parpadeando, la palabra: "COMUNICADOR". Algo más que una palabra, un corazón que dejó de funcionar porque no daba más de sí. Demasiadas cosas que contar estando en el simple cuerpo de un ser humano.
Adiós, Juan Antonio Cebrián.
La próxima vez intentaré seguir tu ejemplo, difícil tarea, ¡prometido!.

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