Menudas estrellas

"Otra víctima de la industria audiovisual, peor tratada, seguro, que aquellos músicos que no han olfateado nunca el aroma de las masas... muchas veces víctimas también. Víctima de su propia ignorancia juvenil -y de la ignorancia de su familia-. Víctima de sus propios sueños. Víctima de otras víctimas que encienden la caja mágica y se entretienen con los muñequitos que salen dentro"

Britney Spears comenzó su carrera musical profesionalmente en un programa similar a Menudas Estrellas cuando contaba con la edad de diez años. Reportaje sobre su actuación en Star Search. Más vídeos en youtube.com/cuandoelebrosuena


No recuerdo su nombre. Seguro que a mucha gente que lo coreara en sus conciertos tampoco le resuena en la cabeza a día de hoy. Cantaba muy bien… era muy guapa… se movía con cierta gracia…

Por aquello del comer, aquel día me tocaba sonorizar a la no nombrada cantante. Lo de sonorizar, en realidad, se reducía a darle al botón Play y hacer que se escuchase un disco compacto con la música que ella completaría aportando la que resultó ser una preciosa voz. Como en un karaoke, vamos.

Una agencia de espectáculos contrató a la susodicha, como a mí, para alegrar el cumpleaños de un tipo que había invitado a una veintena de amigos a un restaurante de un pequeño pueblo cercano a Zaragoza. El sonido no iba a ser muy bueno pero me permito desentenderme de responsabilidad alguna a ese respecto.

Acudí junto a un técnico compañero, un equipo de sonido y una furgoneta, a lo que resultó ser una especie de suburbio rural. Acomodamos los aparatos a las posibilidades del local, como siempre en estos casos aguantando las malas caras de los encargados de sala que ven este tipo de montajes como innecesarios. Recuerdo una vez, que dándole forma a uno de esos equipos para el baile de una boda, el dueño de la finca en la que se iba a celebrar tal emotivo acto de amor, me ordenó que situara la orquesta robótica en un rincón aislado de la pista de baile. Cuando le indiqué que prefería posicionarme más cerca de la gente para integrarme en el ambiente y todo saliese mejor –profesional que es uno- ese veterano inquilino del planeta tierra, encajando una irónica mueca parecida a una sonrisa, aseguró que con un reproductor de casete y una cinta grabada podría bastar para que todos bailasen. No era necesario un tipo que eligiera canciones. De ese modo, echó por tierra en algo menos de cinco segundos un trabajo que me haría desperdiciar otro sábado noche entero de mi vida… Por el que iba a perder alguna bonita conversación, sonrisas, canciones, afecto, litros de alcohol, emociones, frases que apuntar, abrazos, bailes, deshacer una cama con cariño… quizás… Un trozo de mi vida sin duda alguna… Material para confeccionar relatos más apasionantes que éste en todo caso…

Durante la noche del evento en que esa joven aprendiz de artista iba a amenizar el cumpleaños de aquel cuarentón, noche también perdida para mí y mi condenada alma, terminamos de encajar cables, piezas, miradas de perro… la realidad de nuestras vidas en definitiva… Terminamos también de cenar… de cagarnos en dios… y entonces se abrió la puerta del sórdido lugar asomando la muchacha su linda cara. Era muy tímida… yo calculo que no pasaría en mucho la veintena… Venía con su padre, un tipo cordial, afectuoso, optimista, enérgico… y fan total de su niña, a la que, no hacía falta tener especial vista para notarlo, adoraba con toda su alma.

La chica no hablaba demasiado pero daba igual, para suplir esa carencia, y seguro, otras muchas, ya tenía a su padre. Él fue quien nos informó sobre lo bien que cantaba su muchacha. Por lo que dijo, la chica ganó una de las ediciones de un importante concurso televisivo de Antena 3. En ese espacio solo concursaban niños y siendo por lo tanto una niña, tras conseguir ese nada desdeñable premio, se hizo bastante popular. Firmó autógrafos, actuó en diferentes programas televisivos, cantó en populares galas… e incluso, según aseguró su encantador progenitor, llenó grandes pabellones -y ella sola-. Había que ver los ojos del padre mientras relataba las hazañas de la jovencísima vocalista; se leía claramente la frase “estoy orgulloso de mi hija”… Sentí gran simpatía por aquel héroe de la vida.

En su retoño, la mirada, sin embargo, era muy diferente. Allí intuí algo muy distinto: nostalgia, frustración, decepción consigo misma…

Ella sabía que su realidad actual era que en unos minutos cantaría en la celebración de un cumpleaños cutre de cojones. El gran pabellón se había reducido al comedor de un restaurante de poca monta con un público formado por veinte personas que no conocían ni su nombre. El mismo técnico que debía sonorizarla, o sea yo, también lo desconocía... lo cual no dejaba de ser una putada teniendo en cuenta que además era el encargado de presentarla. -¿Cómo carajo me habían dicho en la agencia que se llamaba esta chica?- me repetía sucesivamente.

El anfitrión y demás comensales devoraron el grasiento festín previo a la actuación. Tocaba tomar los cafés… tocaba, por tanto, salir a escena… Una escena sin escenario, sin muestras de admiración, sin gritos de ánimo, sin autógrafos… No debe ser nada agradable sentir la decadencia recién pasados los veinte años... Ella misma trajo de su casa el micrófono inalámbrico por el que tendría que comenzar su actuación cantando a capella el tópico y feo Cumpleaños feliz -con lo bonito y emotivo que es, ya puestos, el Feliz en tu día, de Los Payasos de la Tele-.

La pequeña cantante estaba muy nerviosa. Tengo que reconocer que la creí incapaz de comenzar la actuación. Le costó mucho mentalizarse. Su voz temblaba de modo inevitable. A penas habló entre canción y canción… no sabía qué decir… supongo que se había quedado sin palabras. No le resultaba demasiado agradable cantar ante veintiún borrachos que en el caso de admirar algo de ella se fijarían únicamente en sus atributos físicos… En realidad su talento artístico quedaba enterrado bajo las gritonas voces de los comensales.

En el fondo era una prostituta del arte. Como yo, por supuesto. Pero algo me diferenciaba de esa dama en miniatura: yo hace tiempo que lo había asumido… hasta el punto de poner el culo y no dolerme. El estómago pide comer… y el alma beber...

Mientras se escuchaba un desustanciado Cumpleaños feliz, la chica miraba muy fijamente al cumplidor de años sonriendo sin ganas, como la mayoría de nosotros muchas veces… pero a ella se le notaba tanto… A las canciones, no obstante, les ponía el mayor sentimiento posible, desnudando el alma ante puercos del arte que se lo hubieran pasado mucho mejor con la compañía de una charanga. Me hubiera parecido más creíble verles corear el Tírate de la moto que escuchando el Woman in love de Barbra Streisand… que, claro, en realidad, no escucharon.

En varios momentos de la noche pensé que la pobre se iba a echar a llorar delante de todos. Le faltó poco. Y eso que tuvo suerte de no recibir ningún ocurrente piropo español. Yo mismo tenía los ojos algo húmedos solo de ver con qué carita miraba a su padre. El señor en ningún momento dejó de sonreír… intentando dar a su princesita una confianza que ella no iba a manifestar. No era la primera vez que me tocaba trabajar en un puesto similar y había visto a chicas que aguantaron con la cabeza bien alta no pocas vejaciones verbales… Esos improperios, sexistas en casi todos los casos, contrastaban especialmente con la dulzura de sus voces y con el cariño que dedicaban a cada una de sus interpretaciones. Entristece en lo más profundo solo recordarlo. En realidad, aquella noche, la cantante, incluso tuvo suerte respecto a la correcta educación de su reducido público. La niña prodigio de la televisión llevó la actuación lo mejor que pudo -aunque para nada bien-.

Cuando faltaban cuatro canciones para terminar, los invitados le hicieron callarse para coger ellos mismos el micrófono y dedicarle unas palabras cutres al anfitrión… La chica salió de la sala a la velocidad de la luz; el único momento en que pareció, de algún modo, una estrella. Le costó mucho volver a entrar… y nada, sin embargo, salir posteriormente, en unos quince segundos, como alma que lleva el diablo. Estaba perceptiblemente asustada. Seguro que se refugió en la seguridad que da el cerrojo de un aseo a llorar… Finalmente interpretó un par de canciones más y se fue. Nadie notó que no había completado el repertorio.

Otra víctima de la industria audiovisual, peor tratada, seguro, que aquellos músicos que no han olfateado nunca el aroma de las masas... muchas veces víctimas también. Víctima de su propia ignorancia juvenil -y de la ignorancia de su familia-. Víctima de sus propios sueños. Víctima de otras víctimas que encienden la caja mágica y se entretienen con los muñequitos que salen dentro.

Mientras permaneció en aquel aseo, quizás se preguntó para qué servía aquello. La gente hablaba con fuerza durante su actuación. Cuando se me ocurría subir el volumen del sonido, el público subía también el volumen de sus correspondientes conversaciones. Terminada cada pieza, no se escuchaban aplausos. ¿Por qué cantar ante gente que no te escucha?... Bueno, en realidad, su padre sí lo hizo… y con muchísima atención… cayéndosele la baba en cada estrofa. -¡Qué bien canta mi niña!-. Y era cierto, su hijita cantaba como los jodidos ángeles, aunque ser artista, sin duda, es mucho más que eso, pero allí entraríamos en otro tipo de relato… tan triste y real como el que estoy a punto de firmar.

Escuchar tema musical relacionado [Joselito del disco Échate un cantecito del artista Kiko Veneno, 1992]:


La próxima vez intentaré hablar de juguetes que entretengan. ¡Prometido!

Entradas populares de este blog

La extraña cita

La plaza del Pilar volverá a acoger otro cumpleaños de Aragón Musical