DELINCUENCIA EN PIRINEOS SUR

Cuidado si subes al festival Pirineos Sur. Hay una gran tasa de delincuencia. Un servidor lo ha comprobado, de nuevo, en esta misma edición 2011. Hay pistoleros por las carreteras. A un servidor le paran cada año que sube con la sorpresa de mis acompañantes de vehículo que, al no ser barbudos y vestir dentro de los cánones de lo moralmente adecuado, no acostumbran a pasar por las molestias de un control de la Guardia Civil tan habitualmente como yo.

Sin barbudo, rastudo, macarra siempre, como compañía de viaje, se pierden la siempre apasionante aventura de ser analizados; en definitiva, el que te hagan perder media hora de tus vacaciones así como la tranquilidad que buscas y que, como no criminal que eres, y además currante, mereces.

Fue el pasado viernes, 22 de julio, a mitad mañana, a la altura aproximada del Camping de Escarrilla. El Guardia Civil más chulo de entre el resto de guardia civiles chulos ni se quitó las gafas de sol. Acabábamos de coincidir con ellos en el bar del citado camping. Me sorprendió que emplearan más de una hora en almorzar. Sentí que les invitaba yo a aquella pérdida de tiempo que, claro, luego compensarían a diestro y siniestro. Alguien deberá pagar la crisis que otros han provocado a base de multas. Paremos a los macarras más macarras que por su aspecto sabemos que llevan drogas y son muy peligrosos. Bueno, lo segundo no nos importa un carajo en realidad.

Cuando aquel señor con demasiado sobrepeso como para correr tras un criminal, que desayuna mucho y entrena poco, alegó que nos hacían perder el tiempo frente a humanoides armados debido a que hay mucha afluencia de público en Pirineos Sur y que, claro, en un festival así hay muchas drogas, volvió a mí el sentimiento de siempre. Sí, amigos, la música es mala y los que la seguimos muy chungos.

No les acabó de sentar muy bien a los beneméritos mi falcesconsejo de bajar a la ciudad a por banqueros en cuenta de subir a un festival de world music a por gente que disfruta de la música y, por qué no, de fumarse un porrito. El peligro está allí abajo. Tampoco les entusiasmó demasiado que apoyara mis manos sobre el capó del coche y abriera las piernas exageradamente como delincuente que me sentía. Ni mucho menos que les preguntara que cómo es posible que paren a alguien haciéndose valer de sus prejuicios y no, verdaderamente, de modo aleatorio. Al abrir mi bolsa me preguntaron que si podría justificar todo el dinero que llevaba. No es coña. Llegué a pensar que los billetes son capaces de hacerse el amor y sacar otros, a lo mejor más pequeños, pero moneda de curso legal después de todo. Sin querer ser pesado sigo insistiendo en que son otros los que deberían justificar fortunas y no el pringado que, por supuesto, puede justificar eso así como el no llevar drogas ni el haber cometido delito alguno en su sencilla vida.

Como si no hubiera pasado nada, tras soportar aquellas miradas oscuras, aquellos malos modales e incluso amenazas verbales graves, nos perdonaron la vida así como la multa que hay que pagar cuando viajas con barbudos. Esta vez hubo suerte.

Que la música siga provocando a la ley en pleno siglo dieci... veintiuno... da que pensar. Un festival consolidado que mueve edición tras edición la economía de una zona y, sin duda, la a veces demasiado menospreciada cultura, merece un trato mejor.

Hace unas semanas, Emilio Botín dio una charla en Zaragoza. También aprecié policías rodeándole. Sorprendentemente, lejos de cachearle, como a mí, lo que hacían era protegerle de otros pringados como yo que se quejaban por no sé qué... que qué sé yo... 

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