Se cumplió la profecía
Los mallas son de lo más listo. Agudos como ellos solos. Se les ocurre dejar señales la mar de aclaratorias sobre el fin de los días apuntando
al 2012 y va y aciertan. Este día 21 de diciembre ha sido el último día del
decimotercer baktun en la cuenta larga del calendario
maya. Más claro agua. En resumen: ¡¡chispún!!
El fin del mundo comenzó con el propio año. Enero fue el mes
que despidió a un inmortal. Sí, alguien indestructible, sin sentido de la
muerte, ni ningún otro, vaya. Me refiero, obviamente, a Manuel Fraga. Va el tío
y la palma.
Al parecer no recibió los suficientes poderes radioactivos en
Palomares. Fue un comienzo de año muy desconcertante. Pero 2012 vería caer al otro único gran inmortal que quedaba. Sí, el mismísimo Carrillo. Estábamos todos desorientados. La situación parecía preocupante. Y los Mallas, estos Mallas, tan majos los Mallas ¿Acertarían el final por visionarios o por gafes? Lo peor
no fue el mero hecho de que el ex-dirigente político estirara la pata sino que con las noticias de su
fallecimiento me enterara de que en realidad su nombre era compuesto. Ni más ni
menos que Santiago José. Lo que se han enfadado con él por ser comunista y
nadie le ha echado en cara lo de su nombre que, será culpa de los padres, pero justa
carga suya.
Lo que terminó definitivamente de despejar dudas sobre el
inminente fin fue la edición de un disco de Paloma Sanbasilio de corte electrónico.
Sí, de chumba chumba. Desde el mismo momento en que sonó aquello en la radio
estábamos sentenciados. Amén. El éxito terminó sin serlo. No caló. No entiendo el
motivo. ¿Por qué entonces el Danza Kuduro va y trinfa? Misterios de la vida
supongo. Si le preguntásemos a los Mallas. Esos sí saben. Qué agudos los
Mallas. ¿Qué dirían, los muy hijos de puta, mirándonos con esos ojos que encumbran tan bonitas narices
aguileñas? Todo verdades como puños. Lástima no tener el móvil de ningún amigo
Malla, le mandaría un guasap. Ni contar con un seguidor en mi Twitter. Mira que
tengo a gente agregada a mi feisbuc y, coño, ningún puto Malla. Todos mis amigos son
unos pobres ignorantes occidentales que no han hecho nada más que tomarse a
coña esto del fin del mundo. ¿Y ahora que todo ha terminado qué?
Hay quien puede pensar que este último año de todos los años
ha destacado por una gran crisis económica que ha llevado a España, durante 2012, a dos
huelgas generales. Algo de eso hay pero es, sin duda, menos relevante que hechos como la restauración del Ecce Homo en Borja de mano de Cecilia Giménez que, para qué andarnos con rodeos, lo mejoró notablemente. ¡Vaya 2012, amigos! ¡No doy crédito! ¡Los bancos tampoco! Pero los ricos; sí, hablemos de los ricos. Sigamos con los ricos. Qué ricos. Esa gente triunfadora ha aprendido del crac del 29 y ahora se lucran de las desgracias económicas. Desgracias
para la inofensiva mayoría, no para ellos, claro. No serán los de arriba
quienes vean bajar sus cuentas corrientes. Estos son casi tan agudos como los
Mallas. Eso sí, tendrán mucho dinero pero también mucho sentimiento de culpa
sobre sus conciencias. Seguro que no son felices con tanto remordimiento revolviendo
sus intestinos. Todo el día cagando que están. Intenta hablar con alguno de los
directivos de un banco. Ya verás como no te recibe. Claro, están siempre en el
tigre. Mira que nos dan pena a todos. Gracias dios por hacerme pobre. Qué
grande eres, todopoderoso, tú si que has sabido darme conciencia y humanidad y…
y nada más. Gracias por no darme nada más. Que bondad más infinita tienes, oye.
Y qué cachondo, dios. Yo es que me parto contigo cosa mala. Siempre de coña el
tío.
El Anticristo, claramente, vestía de negro y llevaba una
chupa de cuero hasta los pies. Un fin muy previsible. Los tres seises se escondían
bajo los tirabuzones de Bisbal pero el anticristo era, en realidad, jebi. Los
Mallas, grandes tipos estos Mallas, sabían que alguien sacaría un programa tipo
Operación Triunfo pero en versión avanzada 2.0. Aquellos Mallas
veían el futuro principalmente para criticar desafines y falta de puesta en
escena de estos concursantes entre comentarios sobre quién les caía mejor o
peor. La Jebi gorda seguro que les molaba y el tipo ese de gafas con chaqué
militar les caía remal. -Eso no es cantar ni es nada- se repetían así en su
lengua malla difícil de cojones que no entendían casi ni ellos. –Atención -le decía uno a otro en su trabajo- porque en este
nuevo concurso del fin del mundo, el jurado te escucha dándote la espalda y de
repente le da una hostia a un jodido botón y se presenta ante el concursante
como la mismísima madre de Norman Bates-. Ellos, obviamente, habían visto
psicosis con su ojo ese que ve el futuro.
Esta versión de OT es tan avanzada, pero tanto, que coge y
gana un Jebi. Cómo ha cambiado el cuento. Sí, ha quedado primero uno de esos
melenudos que visten de negro, que aparentan ser así como chungos pero luego
resulta que tienen corazón y son muy buenos y hasta quieren a sus padres y todo. Y con el alma. Mucha alma de hecho; que son Jebis, leñe. Y sí, lo mejor es que
el melenudo en cuestión viene apadrinado por Bisbal. Los mismísimos mallas
dudaron de sus propias predicciones cuando leyeron ese último capítulo de la
humanidad y del mundo entero. No podía ser que aquel diabólico Jebi fuese de la
mano del querubín tirabuzonado. Pero es un hecho. Todo ha acabado.
Podemos pensar que la vida sigue pero después de semejante 2012 es obvio que lo que podemos percibir tras el 21 de diciembre se trata de una especie de ilusión óptica o algo así. No sé, no entiendo mucho de física, ni de nada en realidad, así que no puedo darle una gran explicación a esto del Apocalipsis. Pero sí, se acabó. Al menos nada volverá a ser igual. Ni de lejos, vaya. Lo dicho: ¡¡chispún!!
Podemos pensar que la vida sigue pero después de semejante 2012 es obvio que lo que podemos percibir tras el 21 de diciembre se trata de una especie de ilusión óptica o algo así. No sé, no entiendo mucho de física, ni de nada en realidad, así que no puedo darle una gran explicación a esto del Apocalipsis. Pero sí, se acabó. Al menos nada volverá a ser igual. Ni de lejos, vaya. Lo dicho: ¡¡chispún!!